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Podes dejar de Mirarme

  • G •
  • 21 jul 2016
  • 6 Min. de lectura

Me pones nerviosa dijo y me sonreí, lo cual fue sin dudas algo que mas nerviosa la puso al punto tal que se distrajo y apoyó uno de los dedos en la sartén desatando un rosario de insultos y confusas acusaciones mientras apagó el fuego de la hornalla. Me levanté de la silla y tomé el repasador que estaba sobre la mesada, lo humedecí y me acerque para auxiliarla.


- Te das cuenta lo que hiciste?


- No, a ver, déjame que te ayude…


- Dejame, me voy a mojar.


- Pero déjame que te vea


- Me voy a mojar...


Me quedé parado, abrió la canilla y la presión del agua hizo que el primer chorro rebotara sobre la bacha y se mojo la remera, se irritó por eso también pero metió la mano debajo la canilla y dio un suspiro de alivio. También me alivió.


- Mirá como me quedó el dedo.


- A ver…


Tenía un poco rojo sobre uno de los lados de la punta del dedo mayor de la mano izquierda, ella acusaba un dolor extremo en el anular, fui a la heladera y saque una cubetera de hielo y se la apoye en los dedos. Dejó el repasador en la mesada tomó la cubetera con la otra mano y se sentó. Se miraba los dedos y la remera mojada, yo la miraba e intentaba no sonreír pero no lo conseguí.


- Y encima te reís, mirá lo que me hiciste!


- Pero no hice nada.


- No dejabas de mirarme!...


- Bueno, pero no hice nada para que te quemarás... a ver déjame que te de un besito sanador…


- No, dejame.


- Permitime, a ver?... ponete los hielos en los dedos.


- Por tu culpa ahora tengo un dolor terrible.


- Entonces déjame que te dé un besito sanador…


- Además, yo tenía muchas ganas de comer un huevo frito.


- Te dije que los preparaba yo...


- Quería hacerlo yo. Vos podrías haber preparado la mesa mientras o haber picado un poco de ciboulette.


- Te pregunte que querías que vaya preparando y me dijiste que me quedará tranquilo y que observara…


- Sos un bobo.


Se levantó y se fue de la cocina, me dijo que se iba a dar una ducha y me puse a ordenar las cosas que quedaron sobre la mesada, saque algunos hielos, los puse en un vaso y me serví vodka, me senté y a esa altura también me habían dado ganas de huevo frito así que comencé a preparar un par y la reconciliación. Desde la ducha, ella grito. Me gritó.


- Mirá el dolor que tengo por tu culpa!…


No había ciboulette pero sí un par de cebollas de verdeo y al parecer allí estaban desde hacía bastante porque las puntas estaban mustias y descoloridas. Eliminé lo feo y quedaron unos lindos cabitos verdes, suficiente para una sabrosa pacificación. Piqué bien chiquito mientras el aceite se calentaba a fuego lento, las reserve en un plato y salpimenté ligeramente, puse en la tostadora un par de rebanadas de pan de salvado y puse a freír dos huevos. Escuche que ya no corría agua en la ducha y los huevos estaban a punto, pensé que no era oportuno bromear explicándole que el dolor no se puede ver, saque los huevos en un plato e hice un corte para separarlos, los puse sobre las tostadas en el mismo plato, ella entró a la cocina, llevaba puesto la misma remera mojada solo que estaba más mojada y la mano izquierda en alto sosteniéndose el codo con la otra y me pregunto qué estaba haciendo.


- Me hice un par de huevos fritos.


- Buen provecho entonces.


Se dio vuelta para irse otra vez.


- Pará, mostrame como tenés el dedo


- Los dedos!…


- Pobrecitos deditos…


- No seas pavo


- Es que con esa remera mojada me pones algo un poco… ¿entendés?, me pones un poco…


- ¿Me vas a convidar un huevo?


- Los hice para vos y tus deditos machucados


- No están machucados, están quemados…


- Bueno, sentate que te sirvo, ¿qué queres tomar?


- Dejá, tomó del tuyo.


Dio un sorbo, un gran sorbo por cierto y cuando distinguió que no era agua tosió y se enfureció


- No seas chiquilina… ¿Querés agua?


- Quiero que dejes de hacerme mal hoy.


- Hey! para un poco… vos, hoy estás enojada por algo y te la agrarrás conmigo por todo… y estás muy linda con tu remerita mojada para estar enojada.


- Entonces pará vos también, porque antes no dejabas de mirarme y me pusiste nerviosa y por eso me quemé y ahora me diste vodka


- Vos tomaste...


- Pero no me avisaste


Saque un par de hielos y los puse en un vaso y se lo acerqué para que se enfríe los dedos, se despatarró en la silla y no bajaba la mano ni se dejaba de sostener el codo. El peso de la remera hizo que se le enrollara en la entrepierna y quedaban sus muslos al descubierto. Fue lo único que veía y recuerdo de ese momento. Le serví uno de los huevos, un vaso con jugo de manzana y una servilleta.


- ¿Preferís comer con la mano o que te corte?


- Así está bien, dejá... Gracias.


- Bien pero sería mejor que pusieras los dedos en el hielo


- Ya los voy a poner


- Bien.

Me quedé parado, mi plato quedó en la mesada y acerque mi vaso, lo terminé en un solo trago y casi de la misma manera el huevo. Primero una gran mordida y la yema se rompió por lo que me apresure para que no ensuciarme y como reflejo di otro bocado y el último. Apenas un poco de la clara y casi media tostada quedaron en el plato, fue una acción de angurriento pero la realidad es que estaba colmado de la situación y su estúpida actitud. Ella hizo una queja por el dolor creo y luego me preguntó si quería algo mas.


- No, es para vos, lo preparé para vos. Me dieron ganas y preparé dos pero quise hacerte un mimo y por eso te prepare un huevo frito porque dijiste que te habían dado ganas. Listo!, ya está.


- Entonces si queres algo más…


- ¿Qué?


- Haceme un mimo…


Cerró las piernas y todavía con la mano en el codo, rompió la yema con los dedos quemados, se los chupó y volvió a mojarlos. La mire y fue claro para mi que ya no estaba tan colmado y evidente para ella. Se embadurno los dedos, levantó el brazo, volvió a sostenerse el codo y unas gotas recorrían su mano y tuvo que impedir que continuaran su camino con la lengua hasta llegar a los dedos a la vez que no apartaba la mirada de mi entrepierna que evidenciaba cada vez más el cambio de ánimo que yo experimentaba pero intenté y doy mi palabra de haber intentado la mesura por respeto a sus dedos quemados. Lavé mi plato y el vaso, ella se paró junto a mi y continuaba lamiéndose los dedos, fue entonces que le dije.


- Porque mejor no los pones en el frío.


- No me duele tanto


- Mejor


- Estaba pensando que me ofreciste un besito sanador.


- Si, pero decís que ya estás mejor.


- Estaba rico el huevo...


- Después te preparo otro porque este se enfrió… ó podes prepararlo vos, claro…


- No seas bobo, ¿Así que te gusta cómo me queda la remera mojada?


Omití palabra y lo evidente a esa altura era indiscutible. Fijó la mirada en lo manifiesto y me recorría hasta los ojos. Sin decir nada siguió su juego de mirada y dedos chupados, Sonreía. No sé bien porque me encontraba limitando el impulso que por cierto se advertía sin dificultad.


- ¿No me contestas?


- Me pones nervioso


- Veo


- ¿Qué ves?


- Lo que veo


Hice un último intento de histeriqueo y sigo sin saber porque hice eso. No tengo excusa, no tengo justificación y si tenía un deseo y la seguridad que sería alcanzado allí mismo, sobre la mesada, entonces le dije


- ¿Podes dejar de mirarme?


Lo hizo, de manera impetuosa, besándome. Me agarró y me guió, me empujó y se sentó sobre la mesa, me sujetaba y obligó a que le diera besos sanadores, me mojaba y se retorcía, quiso desabrocharme el pantalón y tuvo un reflejo de dolor, la ayude y se levantó para recostarme en la mesa, se subió encima mío y coronó la escena de manera vertiginosa y sublime.


- ...

- Me voy a dar otra ducha.


Dijo y se fue, me quedé un minuto o algo más sobre la mesa, miré a un lado y allí estaba el plato con el huevo frito todo untado de él y destrozado. Recordé que no le monté la cebollita así que me levante tomé el plato le puse un poco a lo que había quedado, me senté y mientras pensaba en cuan generoso es el sabor del verdeo terminé la tostada. El agua dejó de caer en la ducha y la escuché que desde la habitación gritó. Me gritó.


- Mira el dolor que tengo por tu culpa!… ¿podes venir a ver?!



img: pixabay


 
 
 

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